Nunca un sirviente había tenido tan buen aspecto.
Freddi Elliott necesitaba un trabajo urgentemente y estaba dispuesta a aceptar cualquier cosa, incluso convertirse en sirvienta. Lo que no sospechaba era que aquel empleo iba a poner a prueba no solo sus habilidades domésticas, sino también su libido. Porque su nuevo jefe era testarudo, odioso... e increíblemente irresistible.
Jack Carlisle solo disponía de un par de semanas para aprender ciertos modales, si no quería despedirse del dinero de su tío y, con él, de la posibilidad de comenzar un nuevo negocio. No tenía la menor idea de por dónde debía empezar, pero le quedaba la esperanza de que su nuevo sirviente pudiera echarle una mano; lo que no había previsto era que iba a ser él el que quisiera echarle una mano a ella. Lo único en lo que podía pensar era en despojar a Freddi del uniforme y llevársela a la cama...
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