Decidió que sería la mujer fatal que él creía que era…
Muy pocas personas se atrevían a desafiar al magnate griego Zak Constantinides. Era el dueño de un imperio hotelero y le gustaba tenerlo todo bajo control. Cuando vio que la diseñadora de interiores de su hotel de Londres iba detrás del dinero de su hermano, decidió tomar cartas en el asunto y trasladarla inmediatamente a Nueva York.
Emma tal vez tuviera más de un vergonzoso secreto, pero no estaba interesada en el hermano de Zak ni en su dinero. Decidida a bajarle los humos a su arrogante y despótico jefe, aceptó el trabajo que le ofrecía en Nueva York…
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