Abigail sabía que Ross Anderson, su atractivo jefe, no podía sentir nada por ella. Pero de repente, pareció decidido a encender la llama del deseo entre ambos.
El sentido común le decía que Ross sólo estaba jugando con ella, pero... ¿escucharía su corazón los consejos de la razón?
No hay comentarios:
Publicar un comentario