El juego del amor tenía sus riesgos. Y sus recompensas…
Jared Winterset no buscaba esposa. Era muy consciente de que muchos matrimonios fracasaban. Y él no soportaba el fracaso.
La violinista Elizabeth Stephens se sentía sola en ocasiones, pero tocar el violín le resultaba mucho más gratificante y seguro que tocar a ningún hombre.
Hasta que los dos se vieron en una fiesta y no tardaron mucho en congeniar. «No durará», era la opinión de Elizabeth. «Esto es solo por diversión», opinaba Jared. Pero ambos estaban a punto de descubrir que en el juego del amor ambos jugadores podían salir victoriosos.
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