Las cláusulas del testamento eran sencillas: para heredar el
castillo escocés, Alasdair McBride, conde de Duncairn, tenía que casarse
con el ama de llaves, Jeanie Lochlan. Dada su relación en el pasado, no
iba a ser fácil, pero la atracción mutua era innegable.
Después de la boda, ya viviendo juntos en el suntuoso castillo,
comenzaron a desentrañar secretos de la familia que fueron uniéndoles.
Y, al sentir que empezaban a derrumbarse todas las barreras que tan
cuidadosamente habían erigido, se preguntaron si un año sería
suficiente.
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