Lo que ocurre en el ascensor se queda en el ascensor.
Atrapado en un ascensor con su empleada más apasionada, Liam Crowe, magnate de los medios de comunicación, no pudo controlar la química. Francesca Orr había empezado insultándolo en la sala de juntas y, después, lo había besado.
Liam empezaba a pensar cómo iba a llamarla: prometida, tal vez incluso esposa. Porque la única manera de mantener el control de la cadena de televisión, sacudida por los escándalos, era sentando la cabeza. Y Francesca le parecía la mujer perfecta para fingir que lo hacía. Esta aceptó ayudarlo, pero su relación pronto se convirtió en algo muy real.
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