Era sumamente excitante ser deseado por una mujer.
El magnate australiano Byron Maddox era un conquistador acostumbrado a conseguir siempre lo que quería. Y, sin saber exactamente por qué, lo que quería en ese momento era seducir a la secretaria Cleo Shelton.
Cleo estaba segura de que se trataba solo de un capricho. Por fin liberada de un matrimonio fallido, disfrutaba de su independencia y no tenía intención de volver a atarse a un hombre. Y menos un hombre como Byron.
Pero Byron no se daba por vencido tan fácilmente y estaba decidido a que Cleo sucumbiera a su experta seducción.
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