Tan pronto como construyera la casa por la que esperaba recibir un premio, Hank Adams se iría. No había ido al aburrido pueblo de Forest Glen, en Washington, a echar raíces, algo a lo que Mia Barker no ponía ninguna objeción. No necesitaba ni deseaba que su nuevo y ruidoso vecino le complicara la vida. Pero, de repente, Hank se convirtió en el último de sus problemas, porque acababa de heredar un bebé recién nacido.
Mia no tenía ni idea de cómo cuidar a un bebé ni instinto maternal, y guardaba un secreto que lo justificaba. Hank, por su parte, tenía un pasado que le impedía intimar con nadie, ni aunque fuera una mujer tan guapa e intrigante como Mia. Pero su vecina necesitaba ayuda y se estaba acercando demasiado
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